Hay días en que acordarse de Varito duele más que otros. No se trata de que a veces me acuerdo y a veces no. No. Todos los días sin excepción pienso en él. A veces siento un calorcito en el corazón por los buenos recuerdos, pero siempre SIEMPRE duele, unos días más que otros. Lo inevitable es el punzón profundo por la ausencia que acompaña el calorcito de los buenos recuerdos.
Aprender a vivir sin mi hermano es fácilmente lo más duro que he tenido que hacer, lo más doloroso y difícil. Y los que me conocen saben que nada en mi vida ha sido fácil, por más que ahora lo parezca y por más que la mayoría de las pruebas hayan sido superadas y archivadas, nada ha sido fácil. A veces sospecho que esa es mi lección en esta vida, aprender a superar, a luchar y vencer, seguro en la anterior todo me cayó en el regazo y no lo aprecié, quién sabe. Pero en la próxima me merezco nacer gato chineado de familia acomodada.
Mi hermano no está más. A veces no suena a verdad y estoy esperando despertarme o que vuelva de un viaje o algo por el estilo, de verdad uno cree que esas cosas sólo le pasan a los demás. A veces lo hablo como si no fuera conmigo, es menos difícil.