El domingo amanezco en San Pedro, el día pasa vagabundo, en estas épocas mis días libres tienen un precio y vagabundearlo es un lujo que extraño. Jime me invita a cenar a la casa, qué varas, había estado pensando en ella desde el sábado en la mañana cuando me cancelaron de último momento los planes para el domingo.
Me gusta visitarla, Jime y Alex cocinan demasiado rico y las conversaciones siempre son interesantes -esos Chavarría que cocinan maravillas como si fuera lo más sencillo de mundo-. Es un hecho que de ahí salgo con algo nuevo aprendido, no siempre lo que Jime cree o espera, pero tengo quince años de estar aprendiendo de y con ella.
Jime me pregunta cómo ando, pero ella sabe. No sé por qué me extraña que se me note que llevo un par de semanas de mal humor y raspando energía del fondo de la olla. Yo creyéndome que me había hecho experta disimulando y pos no. ¿Qué dice eso del resto del mundo?