Son las
cuatro de la mañana y me parece oír un maullido bebé en algún lado. Me levanto
y busco en el patio pero no encuentro nada. Contra mi buen juicio (que es como
preferimos llamar a esa combinación de miedo y culpa resultado de un robo a
domicilio), me asomo a la acera y tampoco. Me resigno y vuelvo a la cama.
Y si bien
el gatito no fue lo que me despertó, ahora es el culpable de que esté viendo al
techo sin una gota de sueño y calculando cuánto queda antes de tener que
alistarme para ir al trabajo. Al lado de la cama mis mascotas roncan. Ya
cumplieron con su enjache de ley por despertarlos a una hora tan infame y
hacerlos seguirme por la casa, todavía medio tontos del sueño y sin saber qué
buscamos.
¿Qué cosa
merodea a las cuatro de la madrugada que no sean preocupaciones o recuerdos que aprovechan de la falta de defensas para atormentarnos?