Yo no duermo
mucho. De unos años para acá no logro dormir ni seis horas diarias. Si duermo cuatro
o cinco horas me doy por satisfecha, en realidad. Y me despierto temprano, pero
a veces no hay forma de que me duerma antes de la una de la mañana. En algún
lado leí que mientras más rocos nos ponemos menos necesitamos dormir. ¿Será eso?
No sabría
contar cuantas veces he visto llegar las tres de la mañana con los ojos pelados
buscando algo que no sea una repetición de Seinfeld o Will & Grace en la tele,
con la compu en el regazo escribiendo o leyendo. Entonces no es casualidad que
escriba esto a media madrugada.
Pero no crean,
a veces trato de dormirme temprano. Conscientemente no prendo la compu y apago
la tele a una hora decente. Nada. Me quedo viendo el techo, la cabeza me da
vueltas con cosas de trabajo, alguna preocupación o el más reciente desencanto
romántico. Por lo general es el último, nada me quita más el sueño que tener el
corazón roto. Como hoy. ‘uta, hace rato que no.
Hoy duermo fuera
entonces el techo que veo es de hotel. Huí del Valle Central y me vine a escapar
a la playa a desintoxicarme el alma. Claro, como la más bestia se me olvidó que
el mar y yo tenemos un saldo pendiente y no me acordé que verlo tiene su carga emocional
adicional. Nosiesqueavecessoybestia.
Igual no voy
a dejar de venir. Sólo me sorprende que no siempre lo preveo. Babosa.
Desde acá oigo
las olas reventando, pero por alguna razón nunca me han arrullado. El ruido del
mar, el olor a agua salada y la humedad en el ambiente siempre me ha dado paz,
hoy no es la excepción. Pero al mismo tiempo, vuelvo a extrañar. Fuck, me vine
huyendo de ausencias para venir a toparme con la más grande de todas.
Fue una sesión
terapéutica, todo el camino, todo el día. Ah, la maravilla de oír nuestros
pensamientos en voz alta y contarle un cuento a alguien que no lo había oído,
renueva el cuento, lo vuelve más fresco y vivo. Las reacciones siempre son
diferentes, el énfasis cambia dependiendo de la audiencia y de las circunstancias
actuales. Creo que yo sería feliz de juglar en algún cuento medieval, hablando
sin parar sobre historias propias y ajenas. Sería interesante.
Ana es buena
compañía, tenemos mucho qué contarnos, también muchos años de por medio, pero
no impide que nos identifiquemos, la veo y me veo. Esta semana fue una mierda
desde el primer día, especialmente el martes, el miércoles no estuvo mejor y el
jueves nada más implotó exponencialmente. Feliz cumpleaños para mí.
Bueh, es lo
que hay ¿no?
Por alguna razón
todavía no me hago la idea de que ya no es como cuando tenía siete años que en
cada cumpleaños el mundo entero se detenía, se organizaba toda una fiesta alrededor
mío y todos celebraban mi existencia. Se vale ser narcisista, hay como un
contrato establecido con el universo que dice que ese día somos el centro de
todo. O al menos cuando éramos chamacos. A estas edades tengo que agradecerle a
facebook por recordarle a mil gentes que de otra manera ni se molestarían en
manifesarse. Pero para mí siempre hay un dejo de pesadez en tener que planearse
uno mismo su celebración de cumpleaños, me parece un acto desesperado y
patético de amor propio. No sé. Para mí son una constante decepción y este año
no tuve energía para organizarme una. Otra vez.
Entonces,
Caracolito, casi no duermo. A veces la cabeza me da vueltas, a veces nada más
no me da sueño. Mis sueños siempre son extraños, no tienen sentido, mi
subconsciente mezcla historias completamente sin relación y les agrega un
poquito de realidad.
A veces me
hace trastadas y es cruel conmigo, me tira pesadillas rebuscando temas que ni
yo sabía que me dolían. ‘chas gracias.
Creo que es
despertarme la parte que menos me gusta de dormir. Mierda. Esos segundos en que
uno abre los ojos y está tomando consciencia del nuevo día. La mente no ha terminado
de despertarse y no tiene filtros activados, es fácilmente su estado más
vulnerable. Ahí es cuando se escabulle algo,
el primer pensamiento del día que muchas veces define mi humor y me encanta y lo
detesto porque no tengo control sobre él y casi siempre se queda conmigo todo
el día.
A veces es algo
chiva, algo nuevo en mi vida, algo feliz, un plan o un recuerdo chiva de lo
último que pasó el día anterior. Pero cuando estoy con el corazón roto, ese primer
pensamiento siempre es una grosería. Y entonces mi día se convierte en una
batalla constante por no tener ese pensamiento presente. Así es ¿no? De eso se
trata recuperarse de una desilusión. Pues apesta.
Y siempre me
despierto temprano, a veces mi mente se reactiva en segundos y aunque sólo haya
dormido un par de horas se espabila volando. A veces más bien la mente se me
estupidiza tratando de arrancar y el cuerpo le dice que no, que se joda porque
quiere seguir durmiendo un poquito más y se convierte en una batalla que el
cuerpo pierde cuando se le ocurre estirarse.
A veces detesto
despertarme. Vara más rara en alguien que duerme tan poco.
Y bueh, hoy
duermo frente al mar. A ver si acaso.
m.
my lindo, muy rica la escritura, muy vulnerable, muy cansado. un estripe
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