lunes, 25 de enero de 2010

Mi mamá (y la tuya)


Como no tengo hijos no tengo la menor idea de cómo es ese asunto de ser mamá (aunque a veces piense que sí), pero sí puedo hablar de la experiencia de tener una mamá. Todos tenemos una porque viene con el ombligo y déjenme desengañarlos un poquito: no existe la mamá perfecta, existe la mamá que nos tocó y punto. Yo sé que suena muy obvio, y lo es para algunos de nosotros, pero aunque parece mentira para muchos, incluso entrados en sus treinta-y-pico, esa conclusión no es tan clara ni cercana.

Mi mamá como todas es un poquito complicadita, adquirió el título muy joven y no tenía la menor idea de qué estaba haciendo, ella solita se invitó a jugar de casita dizque porque siempre quiso tener una familia grande. Y claro, a los 18 ese siempre no es un periodo razonablemente largo por lo que no creo que haya pensado en los detalles, o en la realidad para el caso.


Naturalmente su plan tuvo algunas fallas, empezando porque no fue precisamente un plan. Pero bueno, el punto es que no salió como ella lo soñaba, excepto que sí tuvo cinco hijos antes de los 28. Todos los problemas que enfrentó los fue resolviendo uno a uno conforme aparecían e improvisando con la ayuda de quien la ofreciera o estuviera a mano. Mentira que fue fácil y claro que cualquiera puede fríamente decir: Di, ella se metió a tener hijos. Y ojalá todo fuera tan en blanco y negro como eso porque en la teoría todo suena perfecto, las advertencias sobre la enorme responsabilidad que son, el orden en que deberían de suceder las cosas y los miles de detalles y planes que hay que tener en cuenta, etc, etc, etc, eeeetc. Todo eso suena como un manual de usuario que hay que seguir para que todo salga bien, pero la realidad es que todas las mamás que conozco siempre llegan a la misma conclusión: no importa cuánto se prepare una nunca está lista para ser mamá.

Estamos de acuerdo en que hay medidas que se pueden tomar para mejorar las probabilidades de que nuestros hijos tengan una vida mejor y sin sufrimientos ni necesidades insatisfechas, pero por más que planeen y planeen en algo van a meter la pata.

Conforme uno se va haciendo menos joven –por no decir más viejo–, se va dando cuenta de que todas esas cosas que a uno se le hacían como naturales y no cuestionaba se van poniendo un poco más claras y de repente un día uno se pregunta: Suave, o sea ¿Que no todas las familias son así? ¿Esto no era lo normal?. Y tiene que ser complicado para una mamá cuando el porque yo digo ya no tiene el mismo efecto autoritario, cuando todas las órdenes empiezan a ser seguidas de un ¿Por quéeee? Tener hijos que piensan por sí mismos debe de ser un orgullo y al mismo tiempo un problema poco práctico.

Pero yo calculo que si hay una etapa en la que toda mamá se pregunta en qué momento se metió a tener hijos es cuando tiene hijas adolescentes, algunas tendrán la suerte de que les vaya mejor que a la mía, pero yo temo el día en que me de cuenta de que mis hijas adolescentes son iguales a mí. Y es que yo fui un dolor ¿Que si jodí? No se imaginan cuanto. Ahora, menos joven y más sabia –eso espero– pienso en mi adolescencia y hasta me da congoja mi mamá. Ah, peca’o.

Yo tengo una relación curiosa con mi mamá. Yo sé que todos tenemos algún lazo único con nuestras mamás, para bien o para mal nadie ni nuestros hermanos viven lo que cada uno de nosotros vivimos con ella, porque la mamá que crió a mi hermana mayor no es la mamá que me crió a mí porque las agarramos en momentos diferentes de su vida y en diferentes circunstancias.

Entonces mi mamá y yo tenemos un lazo muy nuestro. A veces estoy haciendo lo que sea y me veo las manos y veo las manos de mi mamá, que son las mías pero se ven como las de ella. Cada año que pasa me veo en el espejo y el reflejo se parece más y más a mi mamá, reconozco gestos o incluso ideas descabelladas como las de ella. Y me asusto. Y me deja de molestar. Y me asusto otra vez.

No es fácil ser un cloncito de mi mamá, muchos familiares absurdamente me confunden con ella, no me refiero a que me ven y piensan: mirá, es Sandrita; no, me refiero a que por alguna razón ridícula piensan que ella y yo somos una, como si yo fuera una extensión de ella, la reconocen en mí y sus desacuerdos o errores como míos. Como si yo no tuviera derecho a estar en desacuerdo con ellos por otras razones o a cometer otros errores propios. Carajo.

Pero mis manos sí son igualitas a las de ella.

Mi mamá cometió errores, algunos que ella misma nunca va a reconocer por orgullo o porque simplemente para ella fueron decisiones acertadas –las mejores que podía tomar en ese momento, dice ella–, porque lo que unos vemos como algo completamente obvio y razonable para otros es lo más descabellado del mundo, cada loco con sus loqueras y cada mamá con sus decisiones. A final de cuentas a cada una le toca aguantarse a los hijos que (mal)crió.

Ella y yo arreglamos nuestros asuntos pendientes, al menos los más importantes y los que nos podían estorbar en la vida. Yo aprendí a quererla y aceptarla como es y a dejar de esperar que fuera diferente. Para mí el amor real y sincero es así: consciente de los defectos del otro, algunos defectos son bien serios y jodidos pero son parte del paquete completo, lo bueno y lo malo viene todo debajo del mismo pellejo y no hay forma de separar lo uno de lo otro ni derecho de pedir que la gente deje de ser lo que es. A final de cuentas todos somos como somos por una serie de razones sobre las que no siempre tenemos control ni nosotros ni ellos.

No digo que no se meta debajo de mi piel a veces, porque las mamás tienen poderes, unos son buenos como cuando nos hacen sentir mejor cuando estamos enfermos o calmarnos cuando nos da un ataque de angustia pensando en qué diantres pasará cuando nos morimos o porque el infinito es infiniiiiiiiito, pero otros son molestos como cuando nos preguntan por enésima vez sobre el tema que no queríamos seguir hablando o nos obligan a dar la explicación que no queremos seguir dando y nos ponen los nervios de punta. Ay, mi mamita (y la tuya).

Pero por lo general nos llevamos bien y la quiero aunque me saque de quicio. Ella me sintió moverme en su útero y se sintió especial, siguió pensando que yo era el milagro de la vida después del dolor que fue darme a luz y me chineó con ilusión de mamá. Mi mamá cometió errores, pero me protegió de formas que para ella tenían sentido y sufrió dolor para que yo no lo sufriera porque en su cabeza esa era la forma de quererme, me aguantó los dramas y desplantes adolescentes y me perdonó automáticamente cada vez que le dije que era una vieja ogra y que la detestaba. Pasó vergüenzas y cansó a quien hiciera falta cansar en la familia, todo por mí. De alguna forma me sacó adelante y no importa cuántas veces le pierda la paciencia yo a ella, ella siempre me recibe con los brazos abiertos, aunque ese abrazo incluya pucheros de resentimiento.

Mi mamá es mía y la quiero así.

Feliz cumpleaños, Má.

m.

2 comentarios: