lunes, 16 de enero de 2012

Fritanga Free School

¿Free-tanga? ¡Fritaaaanga!

¿Por qué estoy de acuerdo con la prohibición de la venta de fritangas en las escuelas y colegios? Sencillo: porque no son buenas para los chiquitos.

Claro que tengo mil recuerdos de infancia con mis frituras en la Escuela México y en el Tacho -yo soy producto de la educación pública de tiquicia, 'chas gracias-. A la Escuela iba con veinte pesos diarios, los carajillos de plata llevaban cien y se compraban un combo de hamburguesa con coca en el recreo grande. Yo no me acuerdo si tenía un menú habitual pero sí sé que esos veinte pesos se iban en puras cochinadas, ricas cochinadas, pero cochinadas al fin y al cabo: bolis, Hi-Cs, Picaritas, gelatinitas, Botonetas, Chocolitos, Meneitos, Quechitos, yuquitas, etc. Creo que lo más saludable que compraba eran Rondelas, esas galletas cubiertas en chocolate con relleno de crema de fresa -sabor enteramente artificial porque nunca he probado una fresa que sepa así-. Qué ricas las Rondelas. Gaseosas no compraba porque eran muy caras y realmente nunca desarrollé mucho gusto por las gaseosas, disfruté la ocasional pitufa en bolsa como cualquier otro, pero siempre he sido más de juguitos o apretados -qué rico un apretado de cas ¿ven? esos con una cantidad decente de azúcar no son tan malos, son caseritos-.

Igual, mi dieta fuera de la casa básicamente giraba alrededor de azúcares y amarillo número 5. Y ¿A dónde pasa uno la mayor parte del tiempo antes de los 18 años? En su querido centro de estudios. Entonces cuando salió la noticia inmediatamente me alegré y solté un 'uuuuuta, ya era hora. Y sinceramente me sorprende escuchar opiniones en contra del decreto. Todavía estoy extrañada, la verdad.

Por ahí escuché a alguien quejándose de que nuestros hijos se van a perder la experiencia que vivimos nosotros, creciendo entre el comelón de Harrick's y lagarto Tosty con sus promos de postalitas o calcas. Y sí, se lo pierden, ese es el punto: que vivan mejor que nosotros y que de paso también se pierdan de taquearse las arterias o sufran de colesterol alto antes de los treinta.

Una amiga decía que es responsabilidad de los papás asegurarse de que aprendan a comer saludable y si los güilas quieren comerse una Picarita pos están en derecho de hacerlo, carajo. Que es represivo eso de limitar lo que ellos comen. Me quedé dándole vuelta y llegué a la conclusión de que sí, es represivo, pero no es precisamente algo malo.

A ver si me'xplico, los menores de edad no tienen la libertad de tomar todas las decisiones que ellos quisieran, si no que todas sus decisiones las toma un adulto por ellos. Incluso cuando un menor tiene libertad, esa libertad fue decisión de un adulto, porque aunque no nos gustara al final nuestras vidas estaban en manos de nustros papás y de su antojo. Y en las escuelas y colegios el que toma esas decisiones es el Estado, porque es el Estado el que ejerce la patria potestad del menor dentro de esos muros.

Sí, claro que está en los papás el enseñarle a sus hijos a comer saludablemente, igual que involucrarse activamente en su educación y no dejarle todo el asunto a las escuelas. Eso no se lo discuto a nadie. Son los papás los que escogen qué se come en la casa porque ¿quién hace las compras en el supermercado? Los papás. ¿De quién es la culpa de que hayan chiquitos adictos a las gaseosas y a los dulces o a McDonald's? Adivinen. Igual cuando los chiquitos son saludables, fuertes y aprenden a comer bien, sus tatas hicieron un buen brete.

Qué frustrante debe ser para un papá consciente y cuidadoso de lo que sus hijos comen en la casa el mandarlos a estudiar a una pulpe llena de chucherías rebosantes de azúcares y grasas trans -rrrrrricas y tentadoras grasas trans-. Es como cuidar lo que nuestros hijos ven en tele todos los días y dejarlos a dormir donde la abuela y que la abuela los deje ver películas violentas y de miedo hasta medianoche. Después pasan una semana con pesadillas y la que se levanta a calmarlos no es precisamente la abuela.

Ahora, el decreto contempla lo que se puede vender o no dentro de las escuelas y colegios -no crean, me lo leí en La Gaceta-, no lo que los chiquitos pueden llevar. Regula solamente lo que las sodas le pueden ofrecer a nuestros güilas y cómo prepararlo. Si sus papás alcahuetas quieren complementar su dieta con fritangas, pos allá ellos.

Me parece correcto y apropiado que la escuela no tenga a su disposición aquel menú de chucherías que ya nos conocemos de memoria. Es la prerrogativa de ellos y si deciden ofrecerles sólo cosas saludables yo los aplaudo. Si los papás sienten que les falta algo, se lo pueden dar en sus casas o se lo mandan en la lonchera. Lo importante es que no les ofrezcan lo que los papás no quieren que coman en la casa.

Y eso que ni siquiera hemos hablado del efecto que puede tener el azúcar o una comida pesada en grasas sobre la capacidad de concentración del güila.

Yo le agradezco al MEP que se pusiera las pilas y piense en el bienestar de los chamacos. Bien hecho. Ahora podrían echarle una revisadita a los programas, los modelos de enseñanza y esas cosillas.

m.

1 comentario: