sábado, 23 de junio de 2012

Dormir

Yo no duermo mucho. De unos años para acá no logro dormir ni seis horas diarias. Si duermo cuatro o cinco horas me doy por satisfecha, en realidad. Y me despierto temprano, pero a veces no hay forma de que me duerma antes de la una de la mañana. En algún lado leí que mientras más rocos nos ponemos menos necesitamos dormir. ¿Será eso?

No sabría contar cuantas veces he visto llegar las tres de la mañana con los ojos pelados buscando algo que no sea una repetición de Seinfeld o Will & Grace en la tele, con la compu en el regazo escribiendo o leyendo. Entonces no es casualidad que escriba esto a media madrugada.

Pero no crean, a veces trato de dormirme temprano. Conscientemente no prendo la compu y apago la tele a una hora decente. Nada. Me quedo viendo el techo, la cabeza me da vueltas con cosas de trabajo, alguna preocupación o el más reciente desencanto romántico. Por lo general es el último, nada me quita más el sueño que tener el corazón roto. Como hoy. ‘uta, hace rato que  no.

Hoy duermo fuera entonces el techo que veo es de hotel. Huí del Valle Central y me vine a escapar a la playa a desintoxicarme el alma. Claro, como la más bestia se me olvidó que el mar y yo tenemos un saldo pendiente y no me acordé que verlo tiene su carga emocional adicional. Nosiesqueavecessoybestia.

Igual no voy a dejar de venir. Sólo me sorprende que no siempre lo preveo. Babosa.

Desde acá oigo las olas reventando, pero por alguna razón nunca me han arrullado. El ruido del mar, el olor a agua salada y la humedad en el ambiente siempre me ha dado paz, hoy no es la excepción. Pero al mismo tiempo, vuelvo a extrañar. Fuck, me vine huyendo de ausencias para venir a toparme con la más grande de todas.

Fue una sesión terapéutica, todo el camino, todo el día. Ah, la maravilla de oír nuestros pensamientos en voz alta y contarle un cuento a alguien que no lo había oído, renueva el cuento, lo vuelve más fresco y vivo. Las reacciones siempre son diferentes, el énfasis cambia dependiendo de la audiencia y de las circunstancias actuales. Creo que yo sería feliz de juglar en algún cuento medieval, hablando sin parar sobre historias propias y ajenas. Sería interesante.

Ana es buena compañía, tenemos mucho qué contarnos, también muchos años de por medio, pero no impide que nos identifiquemos, la veo y me veo. Esta semana fue una mierda desde el primer día, especialmente el martes, el miércoles no estuvo mejor y el jueves nada más implotó exponencialmente. Feliz cumpleaños para mí.

Bueh, es lo que hay ¿no?

Por alguna razón todavía no me hago la idea de que ya no es como cuando tenía siete años que en cada cumpleaños el mundo entero se detenía, se organizaba toda una fiesta alrededor mío y todos celebraban mi existencia. Se vale ser narcisista, hay como un contrato establecido con el universo que dice que ese día somos el centro de todo. O al menos cuando éramos chamacos. A estas edades tengo que agradecerle a facebook por recordarle a mil gentes que de otra manera ni se molestarían en manifesarse. Pero para mí siempre hay un dejo de pesadez en tener que planearse uno mismo su celebración de cumpleaños, me parece un acto desesperado y patético de amor propio. No sé. Para mí son una constante decepción y este año no tuve energía para organizarme una. Otra vez.

Entonces, Caracolito, casi no duermo. A veces la cabeza me da vueltas, a veces nada más no me da sueño. Mis sueños siempre son extraños, no tienen sentido, mi subconsciente mezcla historias completamente sin relación y les agrega un poquito de realidad.

A veces me hace trastadas y es cruel conmigo, me tira pesadillas rebuscando temas que ni yo sabía que me dolían. ‘chas gracias.  

Creo que es despertarme la parte que menos me gusta de dormir. Mierda. Esos segundos en que uno abre los ojos y está tomando consciencia del nuevo día. La mente no ha terminado de despertarse y no tiene filtros activados, es fácilmente su estado más vulnerable. Ahí es cuando se escabulle algo, el primer pensamiento del día que muchas veces define mi humor y me encanta y lo detesto porque no tengo control sobre él y casi siempre se queda conmigo todo el día.

A veces es algo chiva, algo nuevo en mi vida, algo feliz, un plan o un recuerdo chiva de lo último que pasó el día anterior. Pero cuando estoy con el corazón roto, ese primer pensamiento siempre es una grosería. Y entonces mi día se convierte en una batalla constante por no tener ese pensamiento presente. Así es ¿no? De eso se trata recuperarse de una desilusión. Pues apesta.

Y siempre me despierto temprano, a veces mi mente se reactiva en segundos y aunque sólo haya dormido un par de horas se espabila volando. A veces más bien la mente se me estupidiza tratando de arrancar y el cuerpo le dice que no, que se joda porque quiere seguir durmiendo un poquito más y se convierte en una batalla que el cuerpo pierde cuando se le ocurre estirarse.

A veces detesto despertarme. Vara más rara en alguien que duerme tan poco.

Y bueh, hoy duermo frente al mar. A ver si acaso.

m.




1 comentario:

  1. my lindo, muy rica la escritura, muy vulnerable, muy cansado. un estripe

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