jueves, 13 de septiembre de 2012

Carito

En su primer día de kínder Carito ni chistó. Apenas tocó la campana se despidió de su mamá con la tranquilidad de quien sabe que vuelve por ella a la salida. La mamá de Carito no supo cómo tomarlo. Puta, algo estoy haciendo muy bien o muy mal. No estoy segura cuál, pensó.

Cuando Caro -ya no Carito- a los diecinueve empaque para irse a vivir sola, su mamá se va a preguntar de nuevo si será algo bueno o algo malo y va a quedar con la misma incertidumbre de hoy.

Entonces en su primer día de kínder se queda viéndola un ratito desde la ventana del salón para confirmar que Carito queda bien. Pero ella siempre ha sido amiguera, a los dos minutos ya está hablando con un par de chiquillos y jugando con los legos en la esquina de la clase. Y la mamá se da media vuelta y empieza a caminar sin saber dónde poner esta sensación de que su chiquita chiquitica, desde ya, no la necesita. 

Pronto va a hacer amistad con una compañera calladita que no se mete con nadie pero que otro carajillo va a disfrutar molestando en los recreos. Van a ser amigas hasta que se gradúen del cole. Pero todavía falta mucho para que eso pase. Hoy Carito apenas está empezando su primer día de kínder y está contenta entre el chiquillerío.

La clase es grande, llena de chamacos juguetones y escandalocillos. En apariencia todos saludables y felices. 

Sólo en apariencia porque nadie sabe todavía que a Adrianita en la casa nadie le da pelota, que se sienta a jugar solilla y se inventa historias loquísimas para llenar su tiempo, por eso es introvertida y miedosa. En el kínder nadie se da cuenta de que Dieguito quema hormigas y le arranca las patitas a los grillos para desahogar la chicha que le da cuando en la casa se lo suenan por cualquier cosa. Andresito tiene tres días sin cambiarse los calzoncillos ni lavarse los dientes porque su mamá pasa el día durmiendo la guarera de la noche anterior, no lo dice en voz alta pero cree que a lo mejor si su papá supiera cómo vive volvería para lavarle la ropa.

Memito es un peloncito pochotón, todos encuentran encantador eso de que se le haga una llantica en la nuca y camanances en los nudillos, le pellizcan los cachetes y le dicen que es un gusto ver las ganas con que come. Pero nadie piensa en su futuro sobrepeso. Nadie sabe que Anita juega escondido con su primo grande que le hace cariñitos en el patio. Nadie le dice a Pablito que ignore a su abuelo cuando le da por quejarse de los nicas, negros, playos y demás bichos raros que tienen mal al país y a la sociedad, entonces Pablito lo toma por verdad y cree que es cierto eso de que deberían de encerrarlos a todos y prenderles fuego por cochinos y delincuentes.

Josuecito tiene tres hermanos, todos de nombres bíblicos. Buenos nombres cristianos para una buena familia cristiana. Don Josué, el papá de Josuecito, no cree en el matrimonio gay ni en ninguno de esos relajos ni alcahueterías, van para el infierno todos por desafiar a Dios, se deja decir cuando lee una de esas barbaridades en el periódico. Pero Don Josué tiene una amante que le hace cosas poco cristianas un par de veces a la semana durante su hora de almuerzo.

Y ni la Niña Paula ni los demás chiquitos saben mucho de esto. Lo poco que sí saben no lo cuestionan ni mencionan en público. La vida familiar es algo que los chamacos asimilan como natural, no saben que lo que pasa en su casa pasa en otras casas o que del todo no debería de pasar en ningún lado. Sólo dejan que las cosas sean como son y las aceptan tal cual. Sin chistar.

Ninguno de los compañeritos de Carito tiene idea de cómo les va a afectar en el futuro porque el concepto de futuro ni siquiera ha sido integrado en sus cabecitas todavía. Nada de eso es relevante a la hora de armar una mejenga en el recreo o de hacer cuadritos con bodoquitos de colores.

A Carito nada le preocupa hoy. Ni le preocupa el chiquito que pasa todo el día viéndola con ojos de asustado. Todavía no sabe que se llama Mauricio, que le va a decir Moricio porque a eso le suena a ella, ni que dentro de un par de meses en el recreo grande Moricio por fin va a juntar el valor para decirle que un día ella se va a casar con él, le va a casi tirar el anillo de fantasía que hizo que su mamá le comprara para ella, va a salir corriendo y Carito va a usar el anillo hasta que le deje de quedar.

De vez en cuando van a agarrarse las manitas cuando estén cerca a la hora de hacer la siesta, pero nunca van a pasar de eso.

Carito ojea los libros de cuento de la clase. No es común que una chiquita de esa edad ya sepa leer pero ella aprendió al mismo tiempo que su hermano un par de años mayor. No se sabe si por envidia o ansiedad por aprender, pero cuando él llegó con el Silabario Castellano Carito se le pegó y no lo dejó en paz hasta que le enseñó lo que iba aprendiendo en la escuela.

Entonces ella lee cuentos sencillos o el periódico a su bisabuela y Carito se siente chiquita grande.

En el kínder hablan de la familia, Carito cuenta que vive con su papá, su mamá y sus dos hermanos mayores. Ella es la chiquitilla y así le dicen a veces. Le gustaría una hermanita pero se está resignando a ser la única.

Tiene dos abuelas y dos bisabuelas, pero no abuelos ni bisabuelos. Los hombres no duran mucho en su familia. Aunque Carito no lo nota mucho. Todavía.

Durante la siesta sueña con el perro que lleva meses pidiéndole a su papá. En el sueño su perro es un perro color chocolate enorme y peludo que puede montar cómodamente y la lleva galopando desde el kínder hasta la casa. Pero una vez en la casa se transforma en un perro pequeño color miel que Carito puede echar en su salvequito o meter de contrabando a dormir en su cama.

El tamaño y color cambian varias veces durante el sueño. Lo que no varía es el nombre: Rafa. Ese nombre lo escogió hace rato y desde ya sabe que Rafa va a ser un buen perro y que lo va a adorar.

Pero es un sueño. Carito decide volver a pedirle un perrito al papá cuando llegue a la casa. Si él supiera lo importantísimo que es para ella, a lo mejor la dejaría tener uno.

Al final del día llega la mamá de Carito por ella. Pasó ansiosa todo el día. Cuando Carito la ve se le tira a los brazos y empieza a narrarle con lujo de detalle su día, especialmente su sueño con Rafa.

Carito no para de hablar hasta que llegan a la casa y la mamá de Carito, palabra a palabra, va recuperando su tranquilidad.

m.


No hay comentarios:

Publicar un comentario