martes, 25 de septiembre de 2012

En el parque

Mónica camina despacito hacia el parque, no tiene prisa porque Oscar sale hasta las seis y le toca esperarlo un ratillo. Sólo para no variar.

Entonces camina con tranquilidad. Por lo menos ya no llueve y anda abrigada, siempre hace más frío después de llover.

En la acera, caminando delante de ella va una chavala joven con una chiquita de la mano, van conversando sobre la abuela. A Mónica le da la impresión de que se dirigen a visitarla. Se pregunta si algún día irá a ser mamá, si su familia ya estará esperando esto de ella. ¿Será por eso que mami estaba haciendo preguntas el domingo? Ay, qué pereza. Espero que no. Ojalá que no.

Encuentra una banca seca –de milagro– y se acomoda a esperar.

Se pregunta si hoy será el día que Oscar se apiade de ella y llegue a tiempo. ¿Y Oscar estará pensando en hijos? Ah, la puta, no lo había pensado. ¿Será?

Hoy está llena de preguntas para las que no tiene respuesta.

Lleva todo el día evitándolo, pero ya no recuerda la razón para seguir haciéndolo y saca el paquete de cigarros del bolso, se pone uno en los labios. No se apura a prenderlo, ella disfruta del pequeño ritual de fumar como si estuviera filmando una escena de película española. Le gusta creer que si alguien la viera pensaría que es un personaje sublime y complejo. Ojalá el encendedor cooperara y no tuviera que intentar varias veces para sacarle una llama, eso siempre rompe con su personaje.

Qué rico es fumar.

Pasa caminando una pareja de viejitos, una señora hablando por celular, luego un chavalo solo con cara de apurado. ¿Qué cara tendré yo cuando camino sola?

Se le acerca un perrito de la calle, no tiene collar ni cara de tener dueño pero es mansito y se le acomoda a la par con confianza. Mónica le hace cariñitos mientras lo saluda. 

Hola, pellillo ¿Y vos de dónde venís?

Se pregunta si será hora de adoptar una mascota. Dicen que es parecido a criar un hijo que nunca crece. Piensa que a lo mejor así se entera si tiene la paciencia o si tan siquiera le haría gracia. Al rato un gato sería mejor.

Empieza a oscurecer y ni asomo de Oscar. El plan es hacer un par de vueltas y luego al cine, pero está empezando a sospechar que no les va a dar chance. 

A Mónica siempre le ha gustado el sonido que hacen los carros cuando pasan por la calle mojada. Sigue fumando y se pregunta si será que necesita cosas más significativas en qué pensar. 

Siempre le pasa lo mismo cuando le toca esperar a Oscar. Se le llena la cabeza de naditas. Pero las naditas la entretienen y por eso las aprecia.

Y mientras ve a Oscar caminar hacia ella, las naditas se disipan y Mónica se pregunta cuál esquina habrá ella doblado correctamente para topar con tan buena suerte. Él la ve con ojos apenados y una sonrisa nerviosa. En el tono más dulce le suelta un lo siento, mi amor, la oficina, vos sabés… le da un beso suave y empiezan a caminar ella agarrada del brazo de él.

m.

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