jueves, 8 de agosto de 2013

El sofá rojo

Embelesada, boca arriba en el sofá. Tu guitarra vibra en mi pecho, en mis piernas, en mi cabeza. 

He escuchado otros arpegios, pero aquí y ahorita no recuerdo ninguno.

Cierro los ojos, muevo los dedos de los pies, acaricio tu perra que también es músico y está acurrucada conmigo, encima mío. 

El día está soleado, el viento entra por las puertas abiertas y lo refresca todo. Dejo que tu música me caliente el espíritu. 

No hay nada más, nada me espera, nada me llama. El mundo está afuera, con el teléfono apagado lo demás está ausente, inamovible. Su caos espera para gastarme. Pero este sofá es otro lugar, es una isla, ¡no! es una luna orbitando un planeta lleno de gente jodida. Entonces sólo existe este sofá en esta sala, yo en él, tu guitarra y tu voz.

Evocás a alguien que está de más. La imagen de ambos haciendo música. No quiero tus recuerdos, hasta los míos sobran. Callate y seguí tocando. Cantá si querés, pero no me hablés del mundo, ya volveré en su momento.

El tiempo pasa despacio, la música suena profunda, no reconozco la letra ni la melodía pero la disfruto, es el soundtrack perfecto para la mañana. Despacio todo, excepto tus manos sobre las cuerdas. Aquí y ahorita. Es lo que hay. El resto se resolverá cuando sea.

m.



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