Un post cualquiera

Quiero poder volver a escribir cosas positivas pero más allá quiero volver a sentir cosas positivas. Me cuesta mucho, por no decir que se me ha hecho imposible últimamente. Hace rato ando con ganas de escribir, voy de camino a algún lado y voy pensando en un post, pero sólo cosas tristes se me ocurren y al rato prefiero ahorrarles el viaje de self-pitty.

Ayer fui al Tacho, el cole del que me gradué y a donde Varito estudió. Él no fue un estudiante modelo, de hecho tuvo mil broncas en el cole y creo que el último año no le dieron matrícula -forma amable de decir que lo echaron-. Pero la adolescencia es una etapa de la que uno se cura y cuando maduramos nos damos cuenta de las causas perdidas por las que batallábamos y las babosadas que hacíamos. Los últimos años Varito quiso devolverle al cole y organizó el día del ex-alumno, les dedicó su rato porque quería que se hicieran actividades tuanis y que la gente la pasara bien. Yo le quedé mal y no fui a ninguno.

Entonces ayer tenían una actividad en pro de los quintos años y dentro de eso le quisieron hacer un homenaje a Alvarito. No llegué a tiempo y me fui al ratito. A veces es como mucho lidiar con eso. Entonces me fui a visitar a mi mamá, pasamos un rato hablando, llorando y apapachadas. Pero tampoco me quedé. Últimamente cada vez que salgo de la casa sólo quiero volver, meterme en mi cama y hacerme un puño.

Salí de ahí y me puse a caminar, no me fijé mucho para dónde, sólo empecé a caminar para abajo y dije: hasta que vea venir el bus. Al rato debí fijarme, se me olvidó quién vive por ahí y que es fin de semana.

Atravesé el centro de San José, caminé el boulevard de la Avenida Central de principio a fin y la verdad es que está bonito, limpio y chineadito. No le había puesto mucha atención, pero no les quedó nada mal. Dura más o menos lo mismo que un par de cigarros, no me aguanté y compré sólo dos en uno de esos kioskitos. 'uta, si hubiera podido me lo habría inyectado intravenoso. Ayer era uno de esos días, últimamente casi todos los son.

Me hace falta Alvarito. Siento que todavía anda por acá, quién sabe cómo será el asunto, pero yo siento que está aquí mientras pasa su proceso para asimilar lo que pasó y ahorita le toca irse definitivamente. Después de la playa lo sentí una vez mas y le hablé un montón, no sé si lloró conmigo pero quiero creer que sí. Ojalá pudiera hacer algo significativo, que lo que le digo cuando le hablo le sirva para irse más tranquilo o para tener closure. Es difícil decirle que se vaya tranquilo cuando lo que quiero es que se quede con nosotros, que me deje sentirlo y se me aparezca en sueños. Pero pienso en lo que debe de estar pasando él, lo que debe de estar sintiendo y lo único que le puedo decir es que todo va a estar bien, que no se preocupe por nosotros, que nos duele porque lo queremos pero que un día dejamos de llorar tanto y nos  vamos a ver más adelante.

Mi loquero dijo que es normal que se me revuelvan las tristezas, que lo que ya tenía resuelto se me vuelva a alborotar y retroceda un poco. Fue demasiado pronto una cosa detrás de la otra y de repente siento que nunca salí de acá. Yo nada más quiero dejar de despertarme y sentir este hueco horrible en el estómago.

Estoy insoportable, me resiento fácil, me duele todo, lloro a cada rato y por cualquier cosa, tengo una nube negra adentro casi todo el tiempo y no sé cómo sacarme de la cama los fines de semana. Ya aprendí a decir bien cada vez que me preguntan cómo estoy y casi que prefiero no hablar de nada. Ayer en el Tacho cuando me presentaron como la hermana de Alvaro otra vez me pusieron esa cara. Qué cansa'o, no es culpa de nadie, quiero pensar que es compasión o algo así y no lástima, pero qué cansa'o.

Llegué a los buses de la TUASA, abordé uno y me vine para Alajuela, ya acá no tenía ánimos para esperar el otro bus y me subí en un taxi -son ocho tejas, de por sí-. Llegué a mi casa -que huele a casita-, Alicia y Otto me recibieron eléctricos, como de costumbre, y me habría encantado caer sobre mi cama si no hubiera estado llena de ropa limpia por doblar. No doblé nada, mañana será, sólo la moví a otro lugar y por fin me pude hacer un puño entre mis almohadas. Todo en cinco minutos, o al menos eso pareció.

¿Hoy? Hoy toca levantarme, ver si desayuno, bañar a Alicia y a Otto, doblar ropa, tratar de limpiar la casa y lavar los platos de hace 4 días -creo que son más-. Ver si cocino algo, teñirme el pelo -que este castaño con canas cobrizas ya lo pide a gritos-, hacerme alguna gorra para contrarrestar el daño del tinte y de paso cortarme la pava que ya no veo. O nada más me quedo hecha un puño en la cama.

Cómo habría preferido escribirles sobre algo positivo, algo inspiracional, sobre la fortaleza que descubrimos que tenemos para sobrellevar las pruebas de la vida, decirles que vamos a salir adelante, que mi familia sale de esta de pie, que voy con la frente en alto y agradecida por haber tenido a Varito en mi vida. Y aunque todo eso es cierto, ahorita lo único que logro sentir es dolor y ausencia, a veces uno se cansa de ser fuerte y nada más quiere acurrucarse y ya.

m.