lunes, 11 de julio de 2011

La viejilla de los salchichas

Yo siempre he sido medio tibia con esto de las mascotas, por ahí se los conté en otro post. Me considero tibia porque no ando recogiendo perros de la calle, ni haciendo de casa cuna para organizaciones de rescate y con toda la pena les confieso que los dos perros que tengo en este momento son de raza, sin pedigrí pero puros –eso del pedigrí y la pureza fue toda una discusión con Caamaño una vez, si se ve como un salchicha es puro, carajo, aunque le falte un 3% y alguno de sus abuelos fuera un zaguatico callejero que le pegó la panza a la pobre abuela–.

Vieran el respeto que tengo por la gente que hace eso, que meten 10 perros en su casa con tal de que no estén llevando lluvia en la calle, los vacunan, desparasitan, castran, curan lo que haga falta, en fin, les sacan el Riteve para conseguirles un hogar y hacer campo para poder sacar a otro de la calle. Yo no sé de dónde sacan la paciencia y la voluntad, sobre todo con lo duro que es nadar contra corriente y en lo relacionado a leyes y recursos para protección animal en este país esa labor es más como tratar de navegar en un mar huracanado de esos de película del fin del mundo. Señoras –porque todas las que he conocido son mujeres, dato interesante, no casualidad–, mis respetos a ese instinto materno de uds que abarca hasta a los animalitos desvalidos. Qué facilidad con que la gente las critica, si no fuera por ellas habrían miles de zaguaticos callejeros más, alguien les debería de dar una medalla o un refugio donde meterlos.

Y no que yo sea racista, es sólo que los salchichas me derriten el corazón. La primera mascota con la que tuve consciencia de lo que representa tener un ser vivo dependiendo de uno fue un salchicha café pelicorto, Alonso. Y ojalá no se me ofenda algún Alonso por ahí, este venía ya con el nombre y la verdad le quedaba bastante bien, él era todo un Alonso.

En mi casa todos los animales siempre han tenido nombre de persona, no sé por qué, pero me gusta porque les da una identidad dentro de la familia. Aunque estoy segurita de que esa no era la idea o el propósito. Mi enana chineada se llama Alicia y la he mencionado en varios posts, hasta le dediqué uno cuando la babosa chupó un sapo en Puntarenas. Y ahorita tengo a Max, un negrito de 9 meses que está a prueba, sus dueños no lo podían tener más y pues me lo traje de casa cuna a ver qué tal nos va con eso de pasar de la ilusión de tener un millón de salchichas a la realidad de tener dos.

La cosa es que nada como tener mascotas estando soltera, de repente te volvés la viejilla de los salchichas, aunque no seas viejilla y sólo tengás tres mascotas. El tercero es Otto Gatto, un gato blanquito con manchas grises de 5 meses que cuando lo conocí tenía los ojos celestes clarísimos y en cuestión de dos meses se le pusieron verdiamarillos como los de Oliver, mi difunto gato negro que he llorado y llorado porque se me escapó hace un año y no volvió. ¿Qué te hiciste, Negrito?

Entonces, Caracolito, como que la gente anda preocupada por mí porque me hice de tres mascotas y no quiero novio. Cosa más curiosa.

Y no crean, ya entendí a esas doñas que salen en las películas con la casa llena de mascotas y ni medio asomo de marido, ¿cómo no? si son la compañía perfecta. Vienen cuando los llamás, se acurrucan con vos sin pedir el control remoto o preguntar por qué estás viendo ese programa o por qué llorás con esa serie si sabés que no es verdad, no te quitan las cobijas ni te despiertan fumigada a media noche. Si no querés dormir con ellos los mandás a su camita y cuando volvés del trabajo están exactamente donde los dejaste, en el patio. No se quejan de nada, te dan cariño incondicional y todavía más después de que los regañaste porque quieren hacer las paces con vos, no se enclochan con la necedá de probar que ellos tenían la razón o que todo es culpa tuya, ni se les ofende su delicado amor propio cuando resulta que, en efecto, vos tenías razón.

Por supuesto que extraño tener un novio, no lo quiero, pero sí aprecio la falta que puede hacer, en realidad nadie quiere a la compañía perfecta, preferimos la compañía defectuosa de una pareja, ¡claro que las mascotas no reemplazan a un novio o un marido! pero no extraño los ojos juiciosos que miden cada movimiento que hago resintiéndose en calladito para después detestarme por algo que ni yo supe qué fue, qué pereza con los nenes pasivos-agresivos.

Así que por el momento, mis enanos son precisamente lo que necesito. Lo que no justifico es la bata de dormir a las 3pm con los rulos en la cabeza y las montañas de periódicos en media sala, esa parte de la película me la estoy saltando, ‘chas gracias. Además, el día que mi casa huela a animal me muero. Cualquier cosa menos ser de esa gente que no se da cuenta de la falta de higiene en su hogar –o de las faltas ortográficas, pero ese es otro post–.

No, no me voy a hacer de más animales, seguro mi familia y amigos organizarían una intervención. Siempre es el tercero el que hace brincar a la gente, porque tener a Alicia y Otto tiene sentido, se hacen compañía y son una buena combinación: una perrita y un gatito –la primera pregunta siempre es ¿y se llevan bien?–. Pero ese tercero es el que causa reacciones, creo que pasa parecido con los hijos, cuando alguien se pasa de los dos la gente se extraña y pegan el grito al cielo: ay, pero ¿taaantos?

Les confieso que todo este tiempo pensé que haber tenido los que tuve el año pasado fue un error a pesar de que los adoré a todos, y por eso antes de aceptar a Max lo pensé mucho porque tener que despedirme de otro sería muy doloroso, de ahí el status de temporal, pero he estado llegando a la conclusión de que el error en realidad fue la compañía duh, porque cuando uno se toma las cosas con calma y paciencia todo sale mejor y qué difícil criar seres vivos con un mal temperamento cerca. Así que a veces es mejor ser mamá soltera.

Los animales son el mejor filtro de selección con la gente, no por ellos, como dije ellos no juzgan –sí sienten cuando alguien no los quiere y le andan de lejos–, pero lo digo más bien por la gente. Yo tiendo a rodearme de gente a la que naturalmente le gustan los animales, la forma en que los tratan dice muuuuuucho de ellos y de cómo pueden ser como papás. El que no le tiene paciencia a un animal, difícilmente le va a tener paciencia a un chiquito. Pero todos mis amigos quieren a mis mascotas, aunque el más discriminado es mi pobre Otto, incluso antes de conocerlo porque la gente tiene ideas muy equivocadas de los gatos. Ay, la ignorancia de los mitos urbanos. Si supieran que el mío es un gato con personalidad de perro, chineado y pega, me sigue a todo lado y es obediente, los gatos tienen una personalidad moldeable, sólo hay que tener interés y no rendirse.

Entonces soy la viejilla de los salchichas, que ni me lean los del club de Dachshunds, ahí hay gente que tiene tres, cuatro y cinco. Y yo acá, tibia con dos. Los fríos se asustan y los calientes dicen: nah ¡eso no es naaaaada!

‘nas noches,

m.



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