sábado, 24 de diciembre de 2011

¡Feliz Navidad!

Y feliz fin de año.

Yo con que el año termine soy más que feliz.

Creo que ya quedó más que claro lo puerco que fue este año, no vamos a volver a lo mismo. Pero con todo y lo duro que fue, todavía tengo mucho por qué agradecer y acá estoy pensando en eso.

Mi familia es grande y fuerte, sabe de qué está hecha. Tenemos claro el peso que tenemos en la vida de cada uno y que juntos podemos con lo que sea. Nos mantenemos de pie no importa cuántos golpes recibamos y no puedo estar más orgullosa de ellos y agradecida por  mis ocho sobrinos hermosos y perfectos que son nuestro combustible para lo que sea. Lo que sea.

Tengo trabajo –dos en realidad–, en un momento en que hay gente sin uno. No sólo eso, me gusta mi trabajo y es un buen trabajo. Me siento a gusto yendo a la oficina todos los días –bueno, los tres días entre semana que voy a la oficina, WFH rules–, y los fines de semana trabajo entre compas que me chinean. Es cansado trabajar todos los días, pero tener cómo encargarme de mí misma y hacerme responsable de las consecuencias de mis tortas sin depender de nadie me da satisfacción. Yo hice mi cama, ahora duermo en ella hasta que la termine de pagar, carajo.

Y ya que estamos en eso: tengo una cama cómoda dónde dormir, un techo con cuatro paredes que lo sostienen,  no paso hambre ni frío, no vivo en un país en guerra ni tengo miedo de salir a la calle, pongo ropa sobre mi piel y no paso hambre, puedo escribir mis cuentos y mi opinión para que el mundo los lea y me puedo quejar de la mierda de gobierno que escogieron los babosos que insisten en votar mal.

Con mis dos manos preparo la cena de Navidad para mi familia, mis dos piernas me mantienen de pie desde antes de cumplir un año y durante los tiempos difíciles. Mis amigos me acompañan a bailar y me mandan mensajes a media tarde o media madrugada recordándome que me tienen presente.

El 2011 siempre va a ser el año en que mi hermano murió y en que el mundo entero cambió de color. Pero también fue el año en que aprendí a ser lo que todavía no era o al menos parte de. En que dejé de hacer cosas de adulto y finalmente me convertí en adulta. En paz con mi edad y mi experiencia. Orgullosa de mi experiencia.

No todo lo que nos pasa es por algo, no siempre todo tiene sentido o un propósito, a veces sólo pasa porque es parte de la vida. Pero sí tiene una lección. De todo lo que pasamos podemos decidir aprender algo, crecer y echar para nuestro saco lo que nos sirve. Lo más importante es dejar de perder nuestro tiempo y energía en descubrir por qué el mundo que conocíamos colapsó de la manera en que lo hizo. Ese tiempo y energía son más útiles buscando cómo levantarnos de este despiche y reconstruirnos mejor que antes. Vieran lo que me costó descubrir que podía. Este año lo descubrí y estoy agradecida por eso.

Tengo dos mascotas que me dan los buenos días todas las mañanas, que no importa si los regañé por alguna torta o si me fui por un par de días, prefieren mi compañía a cualquier otra en el mundo y me buscan para darme su cariño y los adoro por eso.

Extraño a Varito, siempre lo voy a hacer. También extraño a Tati. Pero los dos me dejaron tanto –no sólo el hueco de su ausencia–, me dejaron lecciones, me dejaron recuerdos, ejemplos de lo que los dos tenían en el corazón y modelos a seguir. Necesito honrar eso.

Este año aprendí a dejar de ser egoísta cuando no hay campo para pensar sólo en mí. Decido estar bien porque mi familia no puede darse el lujo de que yo no lo esté, porque no puedo pasarles esa carga adicional, porque el que estemos todos bien implica un esfuerzo individual y colectivo. Si yo no jalo mi peso, nos jodemos todos y no es justo con ellos y con el esfuerzo que cada uno hace.

No me cabe el orgullo en el pecho de lo valientes que son mis hermanos y cuñados, mis sobrinos, mis papás y todos a los que este año nos golpeó en el estómago y nos sacó el aire.

Gracias por ustedes, gracias por estar ahí, gracias por leer, gracias por estar pendientes, gracias por echarnos una manita como mejor han podido.

Y porque igual no puedo evitar despotricar: Fuck you 2011, qué dicha que te acabás. No sos más que un calendario en la pared, fechas simbólicas para llevar la cuenta de los días que pasan y recordarnos qué tan viejos estamos o cuando hay que pagar el alquiler, pero fuck you. FUCK YOU!

Acá estamos y vos te vas. Adiós.

m.

2 comentarios:

  1. Me siento muy identificada con su blog, rajado que si...Las desgracias no vienen solas como dicen por ahi, y hay rachas terribles que uno siente que no sabe que hacer con el dolor, yo tuve la mia por ahi del 2002-2003, y le dije Fuck off tambien a esos años, pero como ud dice de todo queda una lección y es increíble lo que uno aprender, así como darse cuenta de la madera de que uno está hecho. Saludos!

    ResponderEliminar